(...) continuación del capitulo 2 "Fantasmas del Pasado"
Juana se mantenía espectante, como deseando ella también consolar a aquel hombre que durante toda su vida había sido el motivo de sus más secretas fantasías, no podía verlo sufrir con tanto desconsuelo, no soportaba verlo tan enfermo de amor. Sin embargo Ricardo no percibió la presencia de la española, que a un costado y en silencio esperaba inutilmente ser descubierta por una persona que aún muchos años después continuaría viendola tan solo como una sombra, como un espectro que pasa sus días diambulando por la casa, siempre sonriente, siempre callada, y con el corazón quebrado en mil pedazos.
Paso mucho tiempo hasta que Ricardo dejó de soñar a Celene. Se despertaba por las noches llamándola a gritos y hasta en ocaciones creyó verla pasear por el jardín de la casa, cerca del rosedal al que tantas horas de su vida le habìa dedicado. Ricardo la veía, y sus apariciones parecían tan reales que cuando se desvanecían en el aire el gusto amargo de haberla perdido otra vez, permanecía durate días, hasta que nuevamente, Celene volvía a aparecer, tan bella y simple como siempre, con su cabello enmarcando perfectamente su rostro angelical, con sus ojos azules que hechaban chispas con tan solo observarla un instante. Vestía esa túnica blanca que usaba siempre para dormir y que la hacía ver aún mas celestial, aún mas hermosa, aún mas irradiante de vida.
El doctor Aurelio De Martino, llegó a creer que las ilógicas apariciones de Celene, tenían que ver con un desorden psiquiátrico producido en el cerebro de Ricardo luego de la no tan inesperada partida de la bellisima Italiana. Sin embargo, cuando las heridas comenzaron a cerrar, también comenzaron a irse esas misteriosas apareiciones y poco a poco la vida en la casa Doubau comenzó a ser la misma. Helena volvió a jugar en el jardín junto al legendario enano y a reir por los extensos pasillos de la mansión; Ricardo se dispuso a re- ocuparse de sus negocios, los cuales había descuidado notablemente en los ultimos meses y Juana, albergando mil esperanzas, continuó con sus quehaceres diarios y se dedicó por pedido exclusivo del señor Doubau al cuidado del resedal de Celene.
Todos en la enorme casona respiraban una atmosfera de paz total, la cual se mantubo (variando solo en algunas ocaciones) hasta el momento en que Helena entyró en la universidad y conoció a Esteban, un muchacho que tenía sus ideales anclados en las guerrillas y en la revolución.
Luego de que la esquizofrenia repentina del señor Doubau pasó, Helena también volvió a ser la niña sonriente y feliz que solìa ser, sin embargo, muchas veces y en secreto añoraba el regreso de su madre, de la cual tenía un vago recuerdo y algunas fotografías. Una tarde de verano, mientras Juana le cepillaba el largo y sedoso pelo a Helena (que cada vez se parecía mas al de su madre) la pequeña comezó a interrogar a aquella atractiva gallega que tan bien había oupado el bacante rol materno en la vida de la niña.
_. Juana, ¿Puedo hacerte una pregunta? Hurgó Helena, aún sabiendo que si la respuesta era negativa, de alguna otra manera, iva a sacear su sed de saber.
_. ¡Ay mi niña!- suspiró Juana- cuando comienzas a ponerte curiosa me das miedo. ¡Dilo de una vez! ¿Que es lo que quieres saber?
El silencio reinó por un instante dentro del cuarto de la unica herdera de la fortuna Doubau, pero pronto lo inconfundible y chillona voz de Helena rompió ese eco de nada generador de un suspenso insoportable, capaz de enloquecer cualquier alma sensata.
_. No recuerdo el día en que mamá se fué- comenzó diciendo- pero tampoco nunca nadie intentó mantener vivo su recuerdo.
El silencio volvió a instalarse dentro de aquel dormitorio infantil, donde la escencia de la pequeña parecía haberse impregnado en las fías y rosadas paredes adornadas tan solo con algunas fotografías. En la pared que apuntaba al sur, se postulaban una serie de marcos de madera que sostenian el retrarto de Helena en su tercer cumpleaños, pequeña y bella, con sus bucles color canela apenas tapándole las orejas y con esa amplia sonrisa que dejba al descubierto una pequeña hilera de perlas blancas. En la pared del este se imponía un inmenso ventanal con la vista al jardín de la casa Doubau, y cuando amanecía, en el rosal de Celene, se podía reflejar la luminosidad cálida y potente de la luz solar.
Mucho tiempo después la gente contó que el hermoso rosedal era cuidado por Celene con más atención de la que le ponía a su propia hija y que el motivo de tan ridícula actitud era que la bella Italiana reflejaba en el rosal su propia imágen. Era una planta hermosa, las mas hermosa entre todas la de su misma especie, sin embargo tenía la maldición de poseer grandes espinas y lastimar profundamente a todos aquellos que la quisieran poseer.
Las diferentes historias del rosedal continuaron circulando por todo Campo Verde y posiblemente, los nietos de Sofía escucharan alguna vez una trsite historia de una doncella y su rosedal.
Las otras paredes de la habitación estaban solitarias, desnudas y espectantes a la emblemática conversación que estaba ocurriendo dentro del recinto que ellas contenían.
_. No logro comprender- continuó diciendo Helena- ¿Por quá su habitación está cerrada con llave, por qué sus fotos desaparecieron de la casa, por què sus cosas están aucentes. Pero lo que menos entiendo, es por que motivo, se me negó la posibilidad del recuerdo?-
La voz de Juana pareció haber sido ahogada en lo mas profundo de su pecho, ¿Como explicarle a una niña de 9 años todo lo que había ocurrido desde el día en que en esa misma casa. a tan solo tres habitaciones, su padre y ella habían recibido una carta que cambiaría el rumbo de sus vidas para siempre?
_. Mi dulce Helena- comenzó susurrando Juana, sin dejar de cepillar los suaves rizos que caían graciosamente sobre la espalda erguida de la pequeña- Hay tantas cosas que jamás comprenderás, pero de todos modos, si aún continuas con ganas de entender tu historia, entonces debes dirigirte a tu padre, que él sabrá saldar tus dudas.-
La pequeña mujercita Doubau seguía sin comprender, y por alguna razón no recordaba nada referido a su madre y solo conservaba de ella unas viejas fotografías que halló olvidadas en un viejo cajón. Juana había jurado lealtad a Ricardo y sabía que si responía las preguntas de la niña se podía desatar una guerra campal entre padre e hija, y ella no quería responsabilizarse de semejante atrosidad, especialmente considerando la estrecha relación existente entre el señor Doubau y la jóven heredera.
Además como contarle a una niña que busca desesperadamente aferrarse a la imágen materna, que hace cuatro años su madre los abandonó sin más explicación que una insulsa carta. Como contarle que en un arrebato de bronca, su padre envolsó todas sus pertenencias , incluyendo las fotos, y las quemó en un fogón jurando no volver a enamorarse jamás. Como explicar esa traición de Celene y esa condena autoproclamada por Ricardo. ¿Como podría una niña de 9 años, entender tanta desgracia?
Lo interrogantes de Juana se repetían insesantemente en la cabeza de Rivardo que sabía, llegaría el día en que Helena desearía conocer què ocurrió con su madre, pero a pesar de la insistencia de la pequeña, ella no sabría la verdad hasta el importante momento de su decimoquinto cumpleaños.
Paso mucho tiempo hasta que Ricardo dejó de soñar a Celene. Se despertaba por las noches llamándola a gritos y hasta en ocaciones creyó verla pasear por el jardín de la casa, cerca del rosedal al que tantas horas de su vida le habìa dedicado. Ricardo la veía, y sus apariciones parecían tan reales que cuando se desvanecían en el aire el gusto amargo de haberla perdido otra vez, permanecía durate días, hasta que nuevamente, Celene volvía a aparecer, tan bella y simple como siempre, con su cabello enmarcando perfectamente su rostro angelical, con sus ojos azules que hechaban chispas con tan solo observarla un instante. Vestía esa túnica blanca que usaba siempre para dormir y que la hacía ver aún mas celestial, aún mas hermosa, aún mas irradiante de vida.
El doctor Aurelio De Martino, llegó a creer que las ilógicas apariciones de Celene, tenían que ver con un desorden psiquiátrico producido en el cerebro de Ricardo luego de la no tan inesperada partida de la bellisima Italiana. Sin embargo, cuando las heridas comenzaron a cerrar, también comenzaron a irse esas misteriosas apareiciones y poco a poco la vida en la casa Doubau comenzó a ser la misma. Helena volvió a jugar en el jardín junto al legendario enano y a reir por los extensos pasillos de la mansión; Ricardo se dispuso a re- ocuparse de sus negocios, los cuales había descuidado notablemente en los ultimos meses y Juana, albergando mil esperanzas, continuó con sus quehaceres diarios y se dedicó por pedido exclusivo del señor Doubau al cuidado del resedal de Celene.
Todos en la enorme casona respiraban una atmosfera de paz total, la cual se mantubo (variando solo en algunas ocaciones) hasta el momento en que Helena entyró en la universidad y conoció a Esteban, un muchacho que tenía sus ideales anclados en las guerrillas y en la revolución.
Luego de que la esquizofrenia repentina del señor Doubau pasó, Helena también volvió a ser la niña sonriente y feliz que solìa ser, sin embargo, muchas veces y en secreto añoraba el regreso de su madre, de la cual tenía un vago recuerdo y algunas fotografías. Una tarde de verano, mientras Juana le cepillaba el largo y sedoso pelo a Helena (que cada vez se parecía mas al de su madre) la pequeña comezó a interrogar a aquella atractiva gallega que tan bien había oupado el bacante rol materno en la vida de la niña.
_. Juana, ¿Puedo hacerte una pregunta? Hurgó Helena, aún sabiendo que si la respuesta era negativa, de alguna otra manera, iva a sacear su sed de saber.
_. ¡Ay mi niña!- suspiró Juana- cuando comienzas a ponerte curiosa me das miedo. ¡Dilo de una vez! ¿Que es lo que quieres saber?
El silencio reinó por un instante dentro del cuarto de la unica herdera de la fortuna Doubau, pero pronto lo inconfundible y chillona voz de Helena rompió ese eco de nada generador de un suspenso insoportable, capaz de enloquecer cualquier alma sensata.
_. No recuerdo el día en que mamá se fué- comenzó diciendo- pero tampoco nunca nadie intentó mantener vivo su recuerdo.
El silencio volvió a instalarse dentro de aquel dormitorio infantil, donde la escencia de la pequeña parecía haberse impregnado en las fías y rosadas paredes adornadas tan solo con algunas fotografías. En la pared que apuntaba al sur, se postulaban una serie de marcos de madera que sostenian el retrarto de Helena en su tercer cumpleaños, pequeña y bella, con sus bucles color canela apenas tapándole las orejas y con esa amplia sonrisa que dejba al descubierto una pequeña hilera de perlas blancas. En la pared del este se imponía un inmenso ventanal con la vista al jardín de la casa Doubau, y cuando amanecía, en el rosal de Celene, se podía reflejar la luminosidad cálida y potente de la luz solar.
Mucho tiempo después la gente contó que el hermoso rosedal era cuidado por Celene con más atención de la que le ponía a su propia hija y que el motivo de tan ridícula actitud era que la bella Italiana reflejaba en el rosal su propia imágen. Era una planta hermosa, las mas hermosa entre todas la de su misma especie, sin embargo tenía la maldición de poseer grandes espinas y lastimar profundamente a todos aquellos que la quisieran poseer.
Las diferentes historias del rosedal continuaron circulando por todo Campo Verde y posiblemente, los nietos de Sofía escucharan alguna vez una trsite historia de una doncella y su rosedal.
Las otras paredes de la habitación estaban solitarias, desnudas y espectantes a la emblemática conversación que estaba ocurriendo dentro del recinto que ellas contenían.
_. No logro comprender- continuó diciendo Helena- ¿Por quá su habitación está cerrada con llave, por qué sus fotos desaparecieron de la casa, por què sus cosas están aucentes. Pero lo que menos entiendo, es por que motivo, se me negó la posibilidad del recuerdo?-
La voz de Juana pareció haber sido ahogada en lo mas profundo de su pecho, ¿Como explicarle a una niña de 9 años todo lo que había ocurrido desde el día en que en esa misma casa. a tan solo tres habitaciones, su padre y ella habían recibido una carta que cambiaría el rumbo de sus vidas para siempre?
_. Mi dulce Helena- comenzó susurrando Juana, sin dejar de cepillar los suaves rizos que caían graciosamente sobre la espalda erguida de la pequeña- Hay tantas cosas que jamás comprenderás, pero de todos modos, si aún continuas con ganas de entender tu historia, entonces debes dirigirte a tu padre, que él sabrá saldar tus dudas.-
La pequeña mujercita Doubau seguía sin comprender, y por alguna razón no recordaba nada referido a su madre y solo conservaba de ella unas viejas fotografías que halló olvidadas en un viejo cajón. Juana había jurado lealtad a Ricardo y sabía que si responía las preguntas de la niña se podía desatar una guerra campal entre padre e hija, y ella no quería responsabilizarse de semejante atrosidad, especialmente considerando la estrecha relación existente entre el señor Doubau y la jóven heredera.
Además como contarle a una niña que busca desesperadamente aferrarse a la imágen materna, que hace cuatro años su madre los abandonó sin más explicación que una insulsa carta. Como contarle que en un arrebato de bronca, su padre envolsó todas sus pertenencias , incluyendo las fotos, y las quemó en un fogón jurando no volver a enamorarse jamás. Como explicar esa traición de Celene y esa condena autoproclamada por Ricardo. ¿Como podría una niña de 9 años, entender tanta desgracia?
Lo interrogantes de Juana se repetían insesantemente en la cabeza de Rivardo que sabía, llegaría el día en que Helena desearía conocer què ocurrió con su madre, pero a pesar de la insistencia de la pequeña, ella no sabría la verdad hasta el importante momento de su decimoquinto cumpleaños.
0 comentarios