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Mi Novela Sin Nombre y Sin Terminar

Capítulo 4: Contexto Político

Capítulo 4: Contexto Político En la casa Doubau hacía rato que no se veía el noticiero y que lo diarios permanecian sin ser retirados en el kiosco de don Mateo. La radio había enmudecido de golpe y la actualidad del país era solo un tema que el mismo Ricardo escudriñaba. Nada más. La gran casona, era como una pequeña isla, donde ninguna información manipulado por un cuarto poder vendido/comprado podía filtrarse. Ricardo tenía la creencia (no demasiado errada) de que las noticias nacionales eran manejadas por un grupo de málditos elitistas; los mismos que en ese momento manejan la gran marioneta Argentina.
_. Apague ese televisor Juana, ¡Que me vienen a hablar de homegeneidad social.... a mi con esos cuentitos baratos no me van a enredar, quieren que seamos una estúpida masa de gente maleable. A mi no me van a vender ese saco de patrañas! - las palabras del señor Doubau se repetian una y mil veces en distintas situaciones, y cuando el general Agusto Zoto dió el primer golpe de Estado al gobierno democrático, él ya lo había pronosticado hacía al menos, una docena de años. A pesar de si increible perspectiva futura y su sabio entendimiento hacia los asuntos políticos, Ricardo nunca había militado para ninguna agrupación; sus palabras izquierdistas y sensatas morían dentro de las paredes de la gran casona de Campo Verde, sin mas auditoria que Juana y la hermosa Helena, que a medida que trascurrían los años se volvía mas plena, mas noble y mas encerrada en sus propios ideales.

Los aires del país estaban cada vez mas convulcionados, y una vez mas, las palabras de Ricardo resonaron como ecos mortales.
_. Se avecina otro golpe de Estado- anunció- el más grande y cruel que nunca antes se había visto en Latinoamerica.

Hacían veinte largos minuots que Helena se encontraba frente al espejo, no podía creer que el momento había llegado. Peinó popr decimotercera vez su extensa cabellera y la cubrió con un pañuelo morado. Se miró otra vez. Sí, estaba perfecta, indudablemente nadie en la universidad sospecharía que era la unica heredera de semejante fortuna. Se alejó un poco del espejo para mirarse de arriba a abajo por ultima vez: camisola blanca, vaqueros gastados, franciscanas de cuero, bolso crizado y los tres primeros dossiers de psicología bajo el brazo derecho. Todo este reflejo de adolescente rebelde, se coronaba con una amplia sonrisa y una mirada perpicaz, caracteristas que a sus 18 años, ya había adoptado como muy suyas. Sí, los 60´ ya habían quedado atrás, y los 70´ prometían un futuro nefasto. Pero helena estaba dispuesta a luchar.
Bajó las extensas escaleras de roble lustrado y con mirada desafiante caminó al sillón donde su padre saboreaba un dulce cigarrillo de tabaco. Helena, levantando una de sus cejas perfectamente depilada, anunció su retirada y vió en camara lenta la expresión que con inigualable instanteneidad se dibujó en el rostro de su padre. Ricardo retiró la pipa de sus labios y por unos segundos desvió la vista de aquel viejo libro que seguramente hablaba sobre la segunda guerra mundial o algo así.
_. Señorita- comenzó el señor Doubau hablando entre lo sacarstico y la ironía- ¿A donde piensa que va ustede disfrazada de esa manera?
Helena permaneció inmutable, y parecía no tener intenciones de querer contestar. Hacía tiempo que la relación entre padre e hija venía con amenazas de crisis, y contra todos los pronósiticos de Juana, esta vez, el quiebre era inminente. Helena continuó sin contestar y continuaría así, muchisima tiempo más.
El portazo de la puerta Doubau rezonó en cada rincón de Campo Verde y la jóven de aspecto desaliñado dejó atrás de sí un padre que a pesar de los inútiles esfuerzos, no lograba comprender que estúpida razón llevo a su hija a entrar en una facultad de locos, vestida como indigente, o lo que es peor, con la aparencia de una hippie con inconsistentes ideas revolucionarias.
Cerca de la universidad, Helena tampoco entendería la trsite postura de su padre que sentado desde un sillón fumando tabaco, criticaba a un sistema de asesinos y corruptos, sin siquiera levantar un dedo por cambiar una realidad que terminaría por aplastar al país entero.

El escennario era imponente, o al menos así lo creyó Helena. Cuando llegó descubrió que había al menos un centenar de chicas que lucían igual que ella, y se preguntó cuantas de esas camisolas de colores y vaqueros rotos, pertenecían verdaderamente al ropero de las jovencitas que en ese momento desfilaban por el pasillo de la enorme universidad.
El lugar estaba minado de mentes jóvenes, de mentes brillantes, de mentes abiertas y revolucionadas para impulsar un cambio, solo era necesario que una de esas mentes se animara a quebrar el silencio, pero sin gritar, ya que a esa altura todos sabían que gritar no era buena idea.
_. Soy Clara, mucho gusto, y vos sos...?
_. Helena, mucho gusto tambien.
Clara fué el primer contacto que Helena tubo dentro de ese semillero de seres pensantes, y tambien era una ingesante de la carrera de psicología. Al igual que Helena, había entrado a la universidad para obtener las herramientas necesarias para el "cambio". Posiblemente nadie allí adentro supiera realmente en que consitía ese cambio que utilizaban emblematicamente como respuesta a todas las preguntas, pero su meta era eso; esa palabra de seis letras que daba sentido a su existencia como Estudiantes Universitarios.

En Argentina las cosas seguian por mal camino, el general Hernesto Lorenzo había tomado las riendas del poder y los desaparecidos ivan en ascenso. El país estaba cubierto de sombras, de sangre y de un terrible y cobarde silencio. Un silencio que reinaba en cada mesa, un silencio que callaba cada levantamiento rebelde, un silencio que enmudeció a periodistas y ciudadanos, un silencio tan omnipresente que daba miedo. Un silencio que a pesar de todo, fué expulsado de los pasillos de algunas unversidades; universidades que "murmurarnado" pedían un cambio.

_. ¡Cambio! ¡Por Dios Helena! ¡Cambio a qué?! ... A dudas penas te sabes cambiar los calzones y queres ser parte de un cambio nacional?-
_. No papá... yo estoy hablando de un cambio internacional, toda latinoamérica debe ser liberada.
_. ¡JA! Por fabor mocosa, no me hagas reír que me duele la hería ... querés?
_. No es para que te rias papá, tampoco te estoy pidiendo permiso. Si vos queres permanecer en tu postura tibia y ináctiva allá vos. Con tu silencio tambien estas siendo parte de esta masacre. ¡No me hables mas de lo justo, ni de ideas socialistas entonces! Yo tengo la convicción de que si el pueblo se une podremos hacerlo.

Ricardo siempre había tenido sus ideales anclados en el socialismo, sin embargo el tiempo y su postura de ser uno de los mas importantes inversores de Campo Verde, le habñían enfriado bastante la sangre ubicandolo en un mediocre rol de conformismo. Helena en cambio había superado los ideales socialistas que habían dominado durante años el andar su su padre, inclinandose mas hacia ona orientación comunista que solo asustaba a su padre y lo alejaba cada vez más de sus principios de hombre de pueblo.

Ricardo Doubau, en el fondo, lo sabia... "... si el pueblo se une podremos hacerlo" la vos decidida de Helena resonaba en su cabeza. Lo sabía, lo sabía... pero no quiería perder a su unica hija. La realidad polìtico -social era determinante, y a pesar de esconder detras de esa imagen de impresaría frio y despreocupado, el tambien hubiese querido luchar. Y tal vez, en distintas circunstancias, lo hubiese hecho. Pero ahora su priporidad era Helena, los tiempo de la revolución habían quedado atrás. Pero, ¿Cuanto mas podría detener a esa jóven rebelde, convencida y llena de ideales? ¿Cuanto tiempo pasaría hasta que Helena abandonase el nido paterno para volar, como ella decía, el busca de la liberación de los pueblos latinoamericanos?

La situación prendía de un hilo, y el señor Doubau lo tenía bien claro.

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